Llegó el momento. Las tecnologías de geolocalización comienzan a masificarse en la Argentina. Hasta ahora, teníamos una referencia leve: las que, por ejemplo, se apoyan en los mapas de Google para saber cómo ir a tal o cual lugar, las que permiten identificar -por medio de la cartografía on line otra vez- dónde hay focos de calor para prevenir, por ejemplo, incendios, y así tantas otras cosas, útiles, bien de servicio.
Pero hay un momento en que hay que llegar al mercado masivo de una. Y entonces los cerebros techie comienzan a pensar en el modo, y ahí aparecen los teléfonos móviles, dispositivos usados hasta por los bebés en la Argentina de acuerdo a los niveles de penetración, que superan 120% (según de dónde se tome el dato). Y como todo el mundo tiene teléfono, entonces se debe crear una aplicación que se monte, fácil, sobre él. Ya no prima esta idea de "sólo para iPhone y BlackBerry" porque ya nadie quiere ser elitista. Entonces, hay aplicaciones para todos los telefonitos, incluidos los sobrevivientes de pantalla blanco y negro (tal vez exageré un poco).
El asunto es que en las últimas semanas empresas locales comenzaron a presentar (a la prensa) las nuevas tecnologías de geolocalización. De un lado, el Grupo Clarín a través de la Compañía de Medios Digitales, presentando Mublet. De otro, el ex Patagon, Wenceslao Casares, poniendo la semillita de la inversión en la empresa Enye Technologies para desarrollar DiOui. Ambas apuntan a buscar personas, lugares y ofertas a través del móvil mientras uno camina por la vida. Lógicamente, hay que registrarse y tener un perfil abierto en una red social porque el apoyo en estos mundos virtuales parece ser clave para el secreto del éxito de estas aplicaciones.
Así, por ejemplo, mientras uno anda perdido buscando un cajero automático en el límite del Abasto y Villa Crespo ahí podrá acudir a su telefonito para que, aplicación mediante, cualquiera sea, le indique dónde hay uno y dejar de transpirar mientras se camina en redondo con una mochila de 34º de calor a la sombra.
Hasta aquí el servicio. El asunto toma otro cariz cuando, si alguien está en un bar, queda prendido de la belleza de una señorita o un señor y raudamente quiere saber quién es. Sólo tendrá que ingresar a la aplicación y detectar en ella si esa otra personita tiene un perfil en una red social para, de ese modo, lograr entablar una relación. Según la aplicación de que se trate se podrá saber rápidamente su nombre y acceder a su perfil público ... y enviarle un mensaje. Vi el funcionamiento de DiOui en vivo y en directo en un bar del microcentro porteño, y la verdad es que me quedé con que se trata de una tecnología para el levante. Pensar que estando en un bar, te puede localizar un extraño que te manda un mensaje que, además, es posible responder ... no es más que una nueva forma de ... levante ... ahora no por saber mirar a los ojos sino por conocer cómo funciona una aplicación para el celular.
No es lo único. El otro punto en el que se basan estas nuevas tecnologías de masas se vincula con las ofertas que se pueden ir recibiendo en el móvil a medida que uno anda por la vida. Y aquí me sorprendo de mí misma porque siendo una Lita de Lázzari de la Internet como lo soy (no hay descuento con cupón on line que desaproveche) debo admitir que estar siendo advertida de los mismos por el móvil me agobia un poco. Es como que se pierde el desafío de encontrar la pichincha, la bagatela por curiosidad y anhelo propio.
En fin, parece que llegó la hora de las tecnologías de geolocalización para las masas. Y ahí están, agazapagas detrás de la pantallita del teléfono móvil, esperando a que te sientas tentado/a a descargarla y conocer el fascinante mundo de encontrar a esa cara bonita que te cruzó en la peatonal.
Además de éstos, seguramente haya usos más piolas, más útiles. Por lo pronto, algunos me están pareciendo tremendamente agobiantes.
Comienza a crecer el uso de las tecnologías de geolocalización (las del consumo agobiante ... las del levante)
Publicado por Andrea Catalano
Andrea
a la/s
15.12.10
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