El blog de Andrea Catalano

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Murió Raúl Alfonsín, el único presidente que podía caminar tranquilo por la calle

Pasaron casi cuatro horas de la muerte del ex presidente Raúl Alfonsín. Es inevitable no salirse de los bites y los bytes para escribir unas palabras sobre este hombre-padre de la democracia que ahora con su partida volvió a movernos las fibras a aquellos que allá por 1983 aprendimos a entusiasmarnos con  la idea de que el camino del diálogo y la paz eran la única forma de construir un país grande.

No voy a hacer un compilado de su gestión porque los diarios, la radi y la tele lo harán profusamente. Pero sí creo necesario reconocer algunas de sus principales decisiones durante su presidencia: el juicio a las Juntas; el plebiscito para decidir si se entregaban o no las islas Pincton, Nueva y Lenox a Chile, país con el que casi nos declaramos en guerra en 1978; las bases para el retorno de las democracias a otros países de la región y, más tarde, para el Mercosur; el fin de sus discursos proselitistas recitando el preámbulo, nuestra ley fundamental, defender la paz, la república, y creer que con la democracia se come, se cura, se educa. Sí, se podrán cuestionar algunas decisiones en los sucesivos levantamientos carapintadas, la imposibilidad de mejorar la situación económica, la tozudez de su convencimiento, y tantas otras cosas. 
Alfonsín fue un estadista, un tipo que tenía un discurso impecable: lo estudié con bastante profundidad al hacer mi tesina, en la Facultad, pues se me ocurrió comparar su verba con la de su sucesor, Carlos Menem, y hacer una especie de paralelismo del discurso político en los primeros diez años de democracia. Advertí cosas que en mi adolescencia habían pasado por alto y comencé a entender por qué, años antes, sus palabras provocaban tanto entusiasmo en la gente, por qué se podía creer en la democracia. Su discurso trascendía porque había un enorme trabajo personal para que esas palabras se tradujeran en hechos, aún cuando muchas de esas palabras no lograron ese cometido.
Alfonsín fue un político que llegó con los bolsillos vacíos al poder y se fue con los bolsillos vacíos. El único ex presidente y uno de los pocos representantes políticos de estos 25 años de democracia que podía caminar tranquilo por la calle porque todos sabíamos -y sabemos- que nunca se llevó un peso de las arcas del Estado. Alfonsín siempre fue un tipo honesto.
Que se haya ido en un momento de la Argentina donde reina la violencia, la provocación, el desquicio dirigencial, el autoritarismo, la falta de diálogo, bien podría interpretarse como una señal para que todos reflexionemos de una vez ... y nos pongamos a trabajar al lado del otro, buscando con paz el bien común, que será el bien de cada uno de nosotros.
Creo en la democracia, pese a todo lo que sucede hoy. Creo que es el mejor sistema que podemos tener para que nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos estemos mejor en este bendito y maltratado país. Creo firmemente, como nos arengó Alfonsín, que con la democracia se come, se cura y se educa. Tal vez sea momento de que cada uno de nosotros encare una transformación tal que permita que esta utopía se convierta en realidad.

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