Volvieron los viernes de los vinos después de unas cortas vacaciones tomadas, justamente, en la tierra de los mejores vinos. Sí, estoy hablando de Mendoza. Y bueno, retornada "a" y "de" los pagos decidí darle la oportunidad a un vino que a mí no me convence mucho pero que vende mucho: hablo del Valmont, de Chandon.
Sabemos que es una de las marcas más tradicionales que hay en el mercado y que ese reconocimiento sea, tal vez, su mayor potencial. Pero, no sé si es porque una cambia con los gustos o qué, en los últimos años me dejó de gustar. Y como volvió a toparse en mi meta un Valmont dije: "Vamos a darle una nueva oportunidad". Me sedujo el hecho de que, ahora, ponen en la etiqueta las variedades de uva con que lo elaboran: cabernet sauvignon, malbec y pinot noir.
Al mirarlo, el color no parece honrar mucho a cada una de estas variedades, en verdad parece lavadito. Rojo sí, lindo rojito pero como despintadito, dirían los vecinitos. Igual, lo llevé a la nariz, donde huele a vino y listo, y está bien, no nos vamos a andar haciendo los complejos. Y cuando lo llevé a la boca, no me convenció pero creo que cumple una función: como no es agresivo, tira más bien a frutal, y hasta es liviano en su densidad, le puede gustar a mucha, muchísima gente no acostumbrada a tomar vino.
Es decir, creo que este producto está bien para atraer a nuevos consumidores al mercado. Pero una vez que entraron difícilmente vuelvan a él, y me atrevería a decir que esos seres se atreverán a tomar otros vinos, ya sí más complejos o que destaquen principalmente las características principales de cada una de las variedades de uvas existentes.
Y como siempre: si tomaste, no manejes, que lo haga otro que no haya tomado. Si no, pedí un remise o un taxi, o quedate el tiempo necesario en el lugar en que te encuentres hasta que hayan pasado los efectos del alcohol. Recordá que lo divertido del vino es disfrutarlo, pero para que eso pase hay que aprender a disfrutar de la vida. Que una cosa no te impida la otra
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