El blog de Andrea Catalano

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De los locutorios, los cibercafés y los ciberbares ... a los ciber antros

Parece que estamos en crisis otra vez. Al menos eso dicen algunas cifras de la actividad económica. Y esta crisis, esta vez, está reflejándose como nunca antes había sucedido en locutorios y ciber de los más variados tipos. Me refiero a que, durante la crisis 2001/02 los ciber y locutorios fueron una de las actividades que más florecieron: había necesidad de conectarse a internet y pocas computadoras en los hogares, por ende, jóvenes y adultos recurrieron a los ciber para conectarse por entretenimiento o por necesidad laboral; y para este último caso los locutorios se transformaron en una especie de oficina virtual móvil.

Pero los tiempos han cambiado ¡y cómo! Los ciber no son lo que eran ... como tampoco existe ya la cantidad que había antes. Evidentemente la explosión de las ventas de computadoras, banda ancha y acceso inalámbrico, como WiFi, han alentado a los argentinos a comprar equipos y tener servicio de internet en casa o, en su defecto, en lugares públicos que lo ofrecen de manera gratuita. 

Los ciber y locutorios están en crisis. La diferencia que muestra el sector de un año y medio a esta parte es asombrosa. En los últimos días tuve que recurrir a varios ciber -a los que encontrara, para ser precisa- porque formo parte de la excepción a la regla que asegura que los discos duros de las computadoras no se rompen nunca (en mi caso no sólo murió sino que tuve la mala suerte de que se rompieran dos discos rígidos de la misma máquina en el lapso de un año y medio). Y tuve que acudir a ellos para trabajar, no porque tuviera ganas de chatear, jugar en Facebook o en el Winning Eleven. Mi experiencia, al revés de lo sucedido años atrás, fue muy mala.

Un día recurrí al Telecentro que está a tres cuadras de mi casa. La conexión a internet emulaba a cualquier acceso 0610 que los más viejitos podrán recordar. Banda ancha? No, muchas gracias. La conexión era una batata. Ni hablar del equipo en el que intenté conectarme: el teclado y el mouse daban pena, el monitor pedía la jubilación y el sistema operativo no dejaba de darme mensajes de error ... por cualquier cosa. Hice lo mínimo indispensable y me fui, para no volver: debía escribir una nota y no estaban dadas las condiciones para poder hacer mi trabajo de manera eficiente. Debía buscar otro locutorio.

Tuve, entonces, que ir al centro. Iba animada, en varias oportunidades había usado los locutorios y ciber que pululan por allí. Pero bueno, todo cambia. Recorrí la Avenida Corrientes desde el Bajo -previo paso por Alem- hacia el Bporque sabía de varios ciber de esa zona. De los que recordaba no quedaba ninguno, todos fueron remplazados por oficinas de correo privado, zapaterías, tiendas de souvenirs y otros rubros. No me quedó más alternativa que llegar hasta Florida y, ¡ahí sí! encontré el popular locutorio Telemundo, de Impsat -ahora Global Crossing- que también incluyó todo tipo de chucherías para el turismo, y me senté en mi sillita a navegar un rato largo, sin problemas. Aunque el lugar está muy bien, la conexión era casi tan lenta como la del ciber de mi barrio, así que transcurrida media hora me fui, otra vez desalentada.

El asunto es que pasaba el tiempo, yo seguía entrevistando gente y no encontraba un lugar a mano, disponible durante muchas horas al día -porque tengo un bebé y debo ajustarme a sus tiempos- para escribir la nota. Hasta que mi marido me alertó que a siete cuadras de mi casa había otro locutorio. Fui, entonces, en busca de él.

- ¡Dios, en dónde he caído!- me alarmé cuando llegué al ciber en cuestión. Un ciberantro, porque otra calificación no puede tener. Había exactamente 38 máquinas dispuestas en un radio de 50 metros cuadrados, cada una en una especie de cubículo oscuro, que incrementaba su opacidad porque el lugar también estaba oscuro, sin iluminación (tal vez por el ahorro de energía, me dije, con ingenuidad) y pese a las puertas abiertas (con rejas bien cerradas) el olor a humo de cigarrillo había impregnado hasta el teclado y el mouse. ¡Las máquinas!? Otra historia: todas precargadas con software en chino, con lo cual era muy dudosa la legalidad de las licencias,  y si se quería ingresar a determinados sitios -que en este caso en particular eran, básicamente, de noticias- aparecían pop ups de otros sitios, jamás tecleados, que daban error y no dejaban de aparecer pese a que apretaba la crucecita de cada cartelito que aparecía para ya no verlos más. Ni hablar del ruido infernal de los jueguitos y las expresiones verborrágicas de todo tipo cuando alguno ganó u otro perdió en alguno de los videitos. Había una ventaja, sí: estaba abierto las 24 horas, con la custodia policial pertinente, motivo por el cual a mí me ayudaba en mi objetivo de escribir la nota.

Después de este recorrido -y mientras sigo esperando que mi compu esté lista para volver a escribir desde la comodidad de mi casa- reflexioné sobre cómo cambió el mundo de los locutorios y los ciber en los últimos años: cómo, de haber sido los responsables del crecimiento de los usuarios de internet en la Argentina, hoy son algo que puede estar o no, y si no están sólo se nota su ausencia cuando se los necesita.

Pero, hay un punto a tener en cuenta: pese a que creció la cantidad de computadoras, de banda ancha y demás, el avance no ha sido parejo, no hay una compu en cada hogar de la Argentina. Y tampoco una portátil que todo el mundo pueda andar transportando. Por qué se han dejado caer a estos espacios públicos de este modo? Por qué a nadie se le ocurrió ofrecer un plan canje de computadoras para los locutorios y ciber? Por qué han abandonado a estas oficinas virtuales? Seguramente no dejen mucho dinero pero creo que el acceso público a internet es como el paquete de cigarrillos en el kiosco: no dejan ganancia pero son un servicio y poder conectarse a la WWW es un servicio.

Por último: hace unos meses, en Mendoza, tuve una experiencia que fue exactamente la contraria a la de mi última semana en la Capital. En el centro de esa ciudad hay un enorme ciber llamado WH. Es increíble, hay casi 100 máquinas, no sólo con monitor de pantalla plana, sino también con la posibilidad de conectarle auricular y micrófono para hablar a través de Skype. Tal vez por eso lo que más me llamó la atención fue que allí se concentraban turistas, padres que tienen a sus hijos en otros países, trabajadores y demás mortales comunes y corrientes, que están comunicándose por afecto, por obligaciones laborales, por ocio, por no tener con quién compartir un rato a través del teclado y/o de la voz. La conexión era lo suficientemente veloz como para poder aprovecharse de las diversas aplicaciones web, el equipamiento estaba en perfecto estado ... había un negocio, sí, pero también un gran servicio. Esto muestra también lo mal distribuido que está el acceso a internet en la Argentina (y estoy hablando de Mendoza,  no de Formosa ni de otra provincia más pobre) y lo necesario que es que haya personas que se pongan a pensar en los negocios pero también en los servicios ... o al revés, en los servicios con vocación de negocio. 

En definitiva, es triste visitar los locutorios y ciber antros de esta Ciudad de Buenos Aires.Hoy están muy lejos de brindar los servicios que dieron a los usuarios hace años atrás. Una pena que nadie se haya puesto a pensar en ellos con visión estratégica (y eso que detrás de ellos siempre hay grandes compañías, aunque más no sea para venderle el ancho de banda).

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